Odio los insectos. Especialmente las arañas. Unos bichos que crean telas para atrapar a sus presas, llenos de pelo, con multitud de ojos, seis patas y fauces para devorar a sus pobres víctimas, son lo más parecido que ha creado la naturaleza a los monstruos del cine y de nuestras más oscuras pesadillas.
Pues bien, mi hermana es todo lo contrario. Ella adora todo tipo de animales repugnantes, desde los murciélagos hasta las serpientes. Por supuesto, pasando por los arácnidos. Y a mí me toca lidiar con esos seres, como aquel día en que su tarántula se escapó de la jaula y acabó dentro de mi cama.
Y ayer, al gota que colmó el vaso: mi hermana, la muy bromista, me metió a una de sus arañas en la mochila del colegio. Cuando fui a tomarme el almuerzo, la tarántula me dio un buen susto, además de haber envuelto mi bocadillo con su asquerosa tela. Lo primero que hice fue pegar un salto, soltar el bocata y dar un grito bien fuerte; después, aplasté al bicho con mi zapatilla.
El enfado que se cogió mi hermana fue monumental, tanto que hoy, al despertarme, no estaba en mi cama como es costumbre, sino atrapada en la jaula de su tarántula, pegado dentro de una tela gigante. Ahora puedo ver cómo ella se acerca mientras sus fauces parecen salivar al verme a mí, su próximo almuerzo. Y es que mi hermana es única vengándose.
Mario Parra Barba (Miguelturra, Ciudad Real)
domingo, 20 de diciembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario