jueves, 17 de diciembre de 2009

La adolescencia perdida

UNA BREVE E INTENSA REFLEXIÓN SOBRE EL TORO GUAPO
(imprescindible leer mientras se escucha la canción El toro guapo de El Fary)
Con esta amena y atrayente sintonía, comienza una de las canciones que más me marcó en plena pre-adolescencia, cuando uno no conoce realmente sus gustos y se “empapa” de todo aquello que le rodea. Un período complicado, sobre los 15 ó 16 años de edad, un momento en el que comenzamos a experimentar cambios, tanto físicos como mentales, que nos motivan a querer pertenecer a un grupo con nuestros mismos intereses.

Fue en el Instituto cuando escuché este tema por primera vez. Un compañero de clase me prestó su disc-man, con la intención de que oyera una canción en concreto. En el instante en que estas notas empezaron a hacer vibrar mi cuerpo y lograron que sonriera de alegría, -algo extraño en mí por aquellos momentos- , percibí que esta canción me acompañaría por el resto de mi vida, como si de un eterno pero ligero equipaje se tratara.

No es que fuera una brillante composición, a la altura de los grandes músicos de la época clásica; ni tan siquiera me llamaba la atención por su letra, por la historia que contaba, que no es más que una fábula que convierte a un toro bravo, casi en un galán de cine, tema original y divertido, por otra parte. Lo que realmente me hizo sentir algo especial, fue el optimismo que rezumaba toda la canción; su alegría, procedente de la música, -que ofrece una melodía dinámica y que nos transporta a cualquier paraje natural de España- ; así como de la voz. Una voz desgarrada y muy particular, que cualquiera podría reconocer con sólo escuchar una palabra, y que pertenece a uno de los artistas más grandes y famosos del panorama nacional. Una voz que impregna arte y cariño a las canciones que tienen la suerte de estar acompañadas por ella; una voz capaz de transmitir dolor, cariño o rencor, dentro de unas composiciones que danzan a su son.

Este artista es El Fary, mítico cantante español, siempre asociado a la copla, pero que tocó todos los palos posibles, desde el flamenco hasta la música de discoteca, pasando por las sevillanas o el pop. Un cantante y compositor que lo dio todo por la música, a la que se acabó dedicando tras trabajar como jardinero o taxista. Para muchos, sólo era el “friki” que aparecía en Torrente, pero ellos jamás entenderán la valía de este pequeño gran hombre, el poder de sus canciones para reflejar sentimientos.

Siempre recordaré aquellos años de juventud, novedad e iniciación, que tenían como banda sonora estas notas: el primer beso, las primeras fiestas, los verdaderos amigos, el probar cosas nuevas, el amor de una madre... Miles de momentos que se amontonan en mi cabeza al volver a poner este tema; unos felices, otros tristes, pero todos esenciales para entender cómo soy ahora. Sobre todo, nunca olvidaré que, si había algo que me apesadumbraba, escuchaba esta canción, que lograba hacerme olvidar todo por unos minutos.

Hace casi dos años que este hombre nos abandonó, pero nos queda su principal legado: su voz. Gracias, Fary. Gracias, Torito Guapo.

Mario Parra Barba (Miguelturra, Ciudad Real)

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