lunes, 1 de febrero de 2010

Adjudicado

El hiriente tono de voz, impersonal, hierático, plano, y al mismo tiempo de una gallardía, eficacia y practicidad muy loables, sobresaltó a Jaime, el anciano achacoso y desvencijado, como la encina hueca que soporta su degradación sin alterar su carácter y austeridad, que dormitaba no sin esfuerzo, en la oscura sala, entre mustia y misteriosa, sin mas iluminación que la de su reloj y alguna estrella fugaz.

Hacia varios meses que aquel hombre no conseguía conciliar el sueño de forma placida, solo a ratos, pero nunca profundamente. A simple vista, su imagen no reflejaba ninguna de las complicaciones comunes en su avanzada edad, parecía disfrutar de buena salud, y las pruebas se acumulaban en la mesilla de noche. La ausencia de cápsulas, jarabes, sobres y pastillas, denotaba algo que tal vez no fuera la realidad.

La cuña de plástico en la que hacia sus necesidades cuando estaba acostado, se hallaba repleta, afortunadamente solo se trataba de aguas menores. Mientras dormía había ido percibiendo poco a poco, como una intima desazón, un intermitente desasosiego en sus tripas. La vejiga comenzaba a protestar de forma aguda, intensa, como el feroz alarido de una soprano, o el chirriar de de una puerta mal engrasada.

Notaba la garganta seca, áspera, como la brisa entre la hojarasca. En aquella esplendida madrugada, los opacos visillos, salpicados de extrañas manchas y multitud de huellas de humo, impedían contemplar los secretos que se ocultan en la noche en la vereda.

Don Jaime, se sentía indeciso, por momentos resignado, acuciado por el estrés que le creaba la necesidad del sueño y su incapacidad para lograrlo, esa misma noche había tardado casi 3 horas en llegar a un estado de inconsciencia que le asegurara el descanso; el anciano ofrecía una evidente dualidad entre el ajetreo de su mente y la quietud de su cuerpo, si descartamos los movimientos habituales que se hacen en la cama cuando se busca la posición ideal para dormir.

Aquel señor tomó el grito que el despertó de su letargo, como un reflejo de la realidad en la misma ensoñación. Su oficio de toda la vida, director de subastas, se ofrecía como vinculo entre la realidad y sus recuerdos.

De pronto, una sombra humana se dibujo en la pared, frente a el. Se asemejaba bastante con la silueta de uno de los empleados del centro. No pudo reconocer de donde salio, no lo vio llegar, pero de repente surgió, y cual no seria su estado de soñolencia o duda, que le pareció verle sonreír.

_ ¿Es usted Emilio?

La sombra no respondió

_ ¿Ya van a dar los desayunos?

La sombra continuo en absoluto mutismo.



_ ¿Fue usted el del grito? ¿Cómo sabia? Supongo que se lo habré contado alguna vez.

El silencio dominaba la sala y nada parecía alterar esa situación.

_ Cuando yo era director de subastas, en el Londres de la posguerra… que tiempos aquellos. Acérquese y se lo cuento, no me haga gritar que tengo la garganta destrozada. Tanto fumar en mi juventud, 3 paquetes diarios, ya me lo decía el metre del restaurante en el que me coloque de camarero...

Los excesos de la juventud se pagan en la vejez.

Que razón tenia, y no crea que hablo de alcohol y otras sustancias, bueno también, pero lo que me destrozo fueron las necesidades que sufrí en esa época de mi vida. Según el doctor la desnutrición me ha afectado a la circulación, el hígado y los pulmones.

Así que acérquese y le cuento, no se quede ay, que hay confianza.

La sombra permanecía inmóvil frente a su cama, inmutable, de pronto se balanceo unos segundos, encogió su estampa, y enseguida recupero su posición inicial. Aquello tan leve, don Jaime lo tomo como una señal de que aquel espectro pertenecía a uno de los empleados del centro.

_ Como quiera, si me escucha bien desde allí…

El anciano ceso en su discurso, esperando inútilmente que el otro tomara la iniciativa. El ente no presentaba en mínimo atisbo de complicidad, no participaba, al menos desde el punto de vista de aquel señor.

_Cuando termino la guerra, tuve la suerte de que mi tío Juan José encontró un trabajo para mi de camarero en un hotel de las afueras, o del centro, eso ya no lo recuerdo. Tengo la imagen de mis compañeros como si los acabara de ver, y ya pasó mas de medio siglo… pero los lugares….

Allí fue donde comencé a fumar. Ahora que se han ido mis hijas, usted no podría mirar hacia otro lado. Ella no me deja y es uno de los pocos placeres que me quedan. Eso y… el coñac antes de acostarme, el medico me lo tiene prohibido ya sabe, pero… que mas da ya a estas alturas.

Y entonces, sin apenas conceder el tiempo necesario, sin haber llegado aun la replica de aquel huidizo individuo, erguido sobre el gélido pavimento, un estruendoso portazo en la lejanía, seguido de un descarnado crujido y tintineo de cristales, procedente de otra de las salas, altero los biorritmos del hombre recostado.

Había interrumpido de forma abrupta, sus intentos de dialogar, su relato.

_ A alguien se le olvido cerrar las ventanas, y esa puerta, no es excusa que se haya dilatado con la humedad, por dios en mis tiempos trabajábamos con sabañones en las manos, una estufa es todo lo que teníamos para calentarnos en el hotel. Con lo malas que son las corrientes en esta época del año.

¿Vio a mis hijas? Casi no vienen a verme, están muy ocupadas, yo lo entiendo y esos pisos de ahora. No me hable, si casi no caben ni ellos y los niños. Mis nietos, tengo sus fotos en mi cartera, mañana se las enseño. Hace unos meses que no les veo, la última vez en navidad a pedirme el aguinaldo. La infancia hay que vivirla como hice yo en el pueblo, los abuelos como yo también fuimos niños una vez y… Tengo 7 nietos, el mayor tiene 13 años y el menor 2.

Cuando vivía en el mismo barrio, me visitaban más. Mis hijas nos dejaban a los niños a mi señora y a mí, cuando salían con amigos o tenían que hacer compras. Mi mujer y yo estábamos encantados, incluso nos ofrecíamos. La educación y el cuidado de los nietos también es responsabilidad de los abuelos, no cree. Al menos así me lo enseñaron mis padres, y a estos los suyos. La tradición.

Al morir mi esposa, mis hijas pensando en lo mejor para mí, vendieron la casa en la que viví, en la que ellas nacieron y me trajeron aquí. También es verdad, que al poco tiempo me enferme de gravedad.

Ya se que puede pensar que fue por la tristeza de la soledad en la vejez, la depresión por la falta de mi mujer, y tiene parte de razón. Pero en realidad el motivo fue otro.

Me da no se qué tenerle ay de pie, al menos si no quiere sentarse en la cama, traiga una silla. Apóyese en la pared. No le veo bien, aun así creo que no estará cómodo en esa postura. Le agradezco que me haga compañía.

Como le contaba. No fue esa la razón. Un amigo me dijo que no podía comer siempre de latas, precocinados, pastas y sopas de sobre, que debía contratar a alguien que me ayudara en la casa y me hiciera la comida. De ese modo tendría una dieta mas sana y la casa se vería mas aseada. Aunque jamás podría acercarse al sabor que le daba mi señora a sus guisos, y nadie podría sustituirla, después de darle vueltas unos días, me decidí a contratar a alguien. Mi mala suerte fue que la persona que me recomendó, no sabia cocinar, era horrible el sabor de todo lo que hacia. Pero como no quería despedirla, me daba como lastima. Al final no comía nada y con las mismas me enferme.

Que diferente como me ve ahora a lo que yo era en mi juventud. Podía trabajar 12 y 14 horas sin descanso, solo el necesario para comer algo. En el hotel hacíamos una comida al día… Es poco no cree, con el paso de los años me he do dando cuenta, mi cuerpo me lo ha ido mostrando…Aunque no me quejo. Mis viejos amigos de aquellos años me han abandonado, y los que no saben quienes son y si aun están vivos.

_ Marcela cierre la ventana del comedor. – se oyó decir a una mujer de mediana edad.

_ Enseguida.

_ Discúlpeme. A lo mejor le estoy entreteniendo en su trabajo, y luego su jefe le llama la atención por mi culpa. Si tiene que marcharse ya, vaya.

La sombra se revolvió y desperezó, como la vela de un barco, y como ella regreso a la situación anterior sin demora.


_ Tal vez se pregunte como llegue de camarero a director de subastas, tiene una explicación curiosa, el sindicato. - don Jaime se palpó en el cuello, tratando de encontrar el punto donde había comenzado a nota un intenso picor.

Y en ese mismo instante, recordó algo que se empeñaba en negar, no lo aceptaba. Sin embargo las palabras del cirujano permanecían grabadas en su mente, como la tinta en la piel de un tatuaje…

_ Tengo que darles una gran noticia, don Jaime se recuperara, y podrá hacer una vida normal, pero la quimioterapia le ha destrozado las glándulas salivares, las papilas gustativas y las cuerdas vocales.

_ Como. – exclamó una de sus hijas.

_ Que no podrá comer todo lo que quiera, no tendrá saliva, nada tendrá sabor para él, y… jamás conseguirá volver a hablar.

Era cierto, el anciano había quedado mudo unos años atrás, por lo tanto… Aquel encontronazo con la realidad, le hizo ver la verdad en lo que se había guiado por sus deseos. Y fue entonces, tras frotarse los ojos, y colocarse las lentes, cuando pudo asumir con angustia y desdén, que frente a el no había nadie, solo la sombra de un abrigo colgado de un perchero.

Una botella de agua mineral a la mitad, y un menú que incluía solamente purés y sopas, ratificaba las palabras del doctor.

_ Señoras, señores el siguiente lote que les ofrezco es un anciano afectado de cáncer de garganta, graves problemas cardiacos, insuficiencia respiratoria, bazo transplantado….
Comienza la puja en 30 libras…

_ ¿Qué? – don Jaime sobrecogido, inmerso en la duda, preso de un intenso y profundo temor a lo desconocido. No sabia, no podía concebir lo que le estaba ocurriendo. ¿Quién había hablado? ¿Qué sucedía? ¿Cómo es que era el un lote de una subasta?

Una intima nebulosa de emociones, entre la realidad y el delirio inundo su alma y anego su mente. El mundo real y el de sus anhelos, eran uno solo.

_ Don Jaime son las 8, a y media tiene que abandonar el albergue. Don Jaime, Jaime...

Aunque aquel muchacho lo intentase, al anciano le era imposible escucharle, ya no era consciente… El mensaje que recibió fue…

_ Ofrecen 40, he oído 50, alguien da más por Don Jaime….

Don Jaime a la una, don Jaime a las dos, don Jaime a las 3

Adjudicado

Antonio Martínez (Madrid)

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