lunes, 1 de febrero de 2010

Para una voz azul

Me gusta como flirtean las ballenas. A través de la voz. Las ballenas azules coquetean con las voces, son los machos los que cantan y las hembras escuchan esos matices, nadan en la profundidad hasta el canto de su pareja. No pueden fiarse mucho de su vista y de su olfato en el fondo marino, pero el sonido viaja a través del agua con mucha más velocidad y nitidez que en el aire, escuchan el deseo. Comienza el cortejo y van. Si la voz es grave, llega el sonido muy lejos, pero los cetáceos han decidido disminuir la voz, porque a ellas les gusta la voz con entonaciones más bajas. Cantan susurrando buscando una hembra de mayor calidad, una que sepa escuchar, la más atractiva de todas. Cantan con su voz más suave. Una voz azul. Las voces de los mamíferos marinos viajan entre el cielo y el mar, salen de sus cuerpos de ciento noventa toneladas de peso y de sus grandes corazones. Buscan pareja.
Hoy espero la visita de Ricardo, el biólogo de la isla. En Fuerteventura quedan aún subespecies de ballenas azules y su comportamiento es el mismo. Ricardo pertenece a la Comisión Ballenera Internacional, protege la especie. Ricardo encontró el faro una noche de tormenta, estaba perdido y yo le encontré a él.
A lo largo del día hablamos muchas veces por radio, en mi faro la soledad es acuciante, pero aún así me compensa este vacío de mar, me levanto y escucho el sonido de las gaviotas, el oleaje. Ricardo ha hecho que esta vida de soledad sea más llevadera, me habla de sus ballenas y de sus voces. También escribo, paseo y cuido a los barcos desde mi torre. Todo es temporal, van a automatizar el faro, en julio o en agosto.
__Raquel, te vas a trasladar justo cuando las ballenas se emparejan. __me dice Ricardo
Tiene una cicatriz en la comisura del labio, que se borra cuando sonríe.
__Me trasladan a la Coruña, allí todavía quedan faros manuales.
__Allí no hay ballenas.
__Lo sé __le digo.
He preparado un poco de pescado, y él ha traído una botella de vino blanco.
Cenamos despacio, arriba en la torre, en mi vieja mesa de madera, gastada de humedad. Ricardo pensativo mira al mar todo el tiempo. Es un espíritu libre, su compromiso es su trabajo y me alegro por él, disfruta mucho y por las ballenas, están en buenas manos. Apuramos el vino, y nos mareamos un poco. Después de acostarnos, siempre habla, no quiere dormirse, nunca se ha quedado a dormir.
__Hoy avisté una.
__¿Cuánto medía? __le dije.
__Treinta y tres metros, más o menos.
__De esas no hay muchas ¿no?
__Creo que era una verdadera ballena azul.
Los ojos de Ricardo se vuelven a perder.
Preparé la oposición con mucha fuerza, huyendo de un desastroso divorcio, no encontré un lugar más lejano para perderme, y el viento de Fuerteventura arrastró mis malas memorias. Me vacié la mala sangre escribiendo. Me escondí de mi propia vida, perdida, para orientar a otros.
En esta isla sólo hay viento y playas turquesa, kilométricas e infinitas no tienen nada que envidiar a cualquier playa del trópico, el resto es desierto. Un viento constante. Un viento que a veces te vuelve loca.
__Debo irme, tengo la intuición de que esta noche la volveré a ver.
__¿Quieres café?
__Tengo en el termo.
Me da un beso rápido en la frente.
Comienzo a escribir, le he cogido el gusto. Se oye el viento. Cuando oigo el viento comienzo a escribir, trabajamos juntos. Limpiando.
__Raquel, soy Ricardo ¿me oyes? __me habla la radio.
__Tenía razón, la he visto, le he escuchado por el hidrófono, podré seguirla, es grandiosa, es increíble Raquel, ¿me oyes? Raquel…
La tenía cierta envidia, conmigo no hablaba con tanto entusiasmo.
__¡Qué suerte! ¿La podrás fotografiar?
__No, solo puedo saber su recorrido. Oír los cantos.
Ricardo me cuenta, que las ballenas hablan también para localizar comida, o avisarse de algún peligro.
__Mañana puedes venir conmigo, si quieres.
__No puedo, tengo el turno de veinticuatro horas.
__Pasado mañana entonces.
__Corto y cambio. __le digo,
Quedamos en El Cotillo, cerca del faro, en el bar del pulpo, a tomar unas cervezas, no me ha invitado nunca a salir, y tampoco estoy segura que eso fuera una invitación, pero decidí ponerme un vestido.
__¡Estás guapísima! __me dice.
__Gracias, tu tampoco estás mal.
Pedimos unas raciones, y como siempre Ricardo tiene un aire ausente. No se acerca demasiado a las personas, conserva siempre una distancia cordial, sin profundizar en el afecto y en la conversación, sólo con las ballenas se da completamente a sí mismo.
__¿Qué tal con tu nueva ballena?
__Bien
__¿En qué piensas?
__A mí también me trasladan, el presupuesto, ya sabes, debo ir a California.
Su arruga no se mueve, está totalmente serio.
__Anímate anda. __le digo, disimulando mi propia decepción.
__¿Cuándo te vas?
__En dos semanas, solo me han dado un poco más de tiempo para estudiar el nuevo ejemplar.
__¿Te gusta California?
__En parte, si, hay muchas ballenas, pero la vida allí me agota.
Nos tomamos el café callados.
Pasamos la tarde en el barco, en silencio, es por radio cuando más hablábamos. Paramos el motor, y entonces la veo, primero un gran estruendo de agua, saca la cabeza del mar, y a tan sólo unos metros nos empapa con su estallido de agua vertical, el aliento del mar pasa a ras del barco con su ojo enorme y sereno, mirándonos cautelosamente. Su piel brillante azul y gris, es como un relieve del agua, sigue su cuerpo azul infinito, inmenso de carne, indeterminado, saliendo del agua, y al final sumergiéndose se empuja con su gran cola, como alas de avión, con la perfección de una diosa. Minerva la llamo.
Ricardo y yo nos abrazamos. Minerva desapareció como un suspiro, sin dejar rastro.
De vuelta al faro, camino dando patadas a las piedras que encuentro.
La radio me habla
__Raquel..soy Ricardo. Hola ¿qué haces?
__Pensaba en Minerva.
__¿Quién?
__ La ballena. Es impresionante. Bueno, es hembra ¿no?
__Si, es chica. __dijo divertido
__¿Cómo lo sabes?
__No cantaba, no se registró ninguna voz. Buscaba el macho.
__¿Quieres venir? __dije por primera vez
__Dame diez minutos. Corto y cambio.
La madrugada pasa rápida. El viento azota. Estamos abrazados y Ricardo esta vez no habla.
Me quedo dormida. Pasado un tiempo, como entre sueños, oigo la madera de las escaleras crujir. Ricardo baja de puntillas. Pensaba que avistar a Minerva juntos nos había unido un poco más.
__¿Te vas?
__Hay un faro en California, en la isla de Aruba, tiene 30metros y no está automatizado. Puedes solicitar un puesto allí.
Estoy en lo alto de la escalera, desorientada de sueño, con la cara hinchada y el pelo despeinado.
__No te entiendo __le digo.
__Te llamo por radio.
Me quedo levantada. No puedo dormir. En mi mente baila la idea de California, estamos dando un paso más, pero me lo dice con tanta naturalidad, sin ningún tipo de preámbulo o declaración, que ya no estoy segura de conocer a Ricardo. No le gusta hablar de sentimientos. Eso si lo tengo claro. El viento continúa golpeando las ventanas y una suave lluvia se lleva mi sueño. Ya de nada me sirve escribir. Las gaviotas despiertan.
__Raquel… dice la radio.
__Dime
__¿Te he despertado?
__No, no podía dormir.
__Escucha…
Entonces escucho la voz azul, un sonido profundo, grave, como de un dinosaurio de mar, repite vocales en varios tonos, en un alarido de llanto a través de una gran caracola. Sonido de agua y el eco de la misma voz. Dura veinte minutos. Guardo silencio, pero la radio murmura, está todavía abierta. Ricardo al otro lado espera.
__Minerva dice que sí __le digo sonriendo.
__Corto y cambio __suspira él.

Paloma Diez Temprano (Madrid)

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