lunes, 1 de febrero de 2010

Historia de mi conciencia

“Todos, absolutamente todas las palabras pueden oponerse y entre ellas existe una gran distancia, lo frío y lo caliente, lo bueno y lo malo, la vida y muerte, todos los antónimos que te puedas imaginar, todos menos uno, el amor y el odio. Es cierto que ambos están relacionados, es cierto que ambos están unidos, es cierto que sólo hay un paso que los separe. La verdad es que no sé si decir que por suerte o por desgracia yo conozco esto, porque en verdad no sé que ha supuesto esto en mi vida. Ordenemos las ideas y empezamos desde el principio. La verdad es que mi vida jamás ha sido interesante, jamás ha pasado nada que tenga importancia, todo en mi vida puede catalogarse como irreverente, sin embargo a los diecisiete todo cambió. Mi vida se volvió un auténtico caos, una revolución sin medios para impedirlo. Aquel chico, aquel estúpido chico fue el responsable del desorden por el que se caracterizó esta etapa de mi vida. Aquel chico a quién odiaba, detestaba y aborrecía. Podía considerarse como un auténtico cabrón de la vida, o según mi criterio eso es lo que parecía. En aquellos momentos no llegué a comprender el porqué se fijó en mí y si soy sincera cada noche sigo haciéndome la misma pregunta, y aunque desconozco el motivo de su interés, lo cierto es que todo su interés cambio totalmente mi vida. Cada día que pasaba, cada minuto aún con más insistencia empezó a acercarse a mí, ha hablarme y bajo mi punto de vista a humillarme. En aquellos precios momentos maldije una y otra vez aquel momento de debilidad en el que mi boca pronunció mi nombre. Cada día más nerviosa y cabreada deseaba que ese imbécil se cayera por las escaleras y no llegara a encontrarme, sin embargo mis deseos nunca llegaron a cumplirse y cada día entraba en el mismísimo infierno. Todo mi comportamiento cambió, mi carácter e incluso mi propia mirada, en realidad llegó el momento en el que ocurría todo lo contrario era todo el mundo quien tenía miedo a decirme algo como resultado de mi posible respuesta. Pero, por suerte o por desgracia, como antes mencioné aún no lo sé, él no dejó de hablarme o incordiarme ya no sabía que hacía. Un día en el que mis nervios rebosaban todo lo planeado e imaginado, se acercó a mí y en un tono cordial dijo: “¿Estás bien?”. Yo que no soportaba escuchar su voz y mucho menos ver su cara, gritando con todas mis fuerzas le maldije y le ordené que jamás en su miserable vida volviera a dirigirme la palabra. Él algo atónico intentó disculparse o eso es lo que creo porque antes de que pudiera terminar o más bien antes de que pudiera empezar todo mi cuerpo entró en un cansancio total, mis ojos, sin yo quererlo o desearlo, se cerraron y cuando volví a abrirlos me encontraba rodeada de un montón de gente y empapada en agua. Cuando me recuperé, él que no se había movido de mi lado, me explicó que tuve una subida de tensión que fue lo que provocó el desmayo. La verdad es que no sé que fue lo que provocó mi cambio, pero la verdad es que cambié y que ese chico al que consideraba un auténtico estorbo empezó desde aquel día, desde aquel desmayo a aparecer ante mis ojos como un chico amable y sincero. Cada día hablábamos, quedábamos con más frecuencia y sin darme cuenta me vi sumergida en algo en lo que nunca imaginé. Jamás deseé esto pero llegó y tampoco quería cambiarlo así que cerré los ojos y me dejé llevar por todo aquello, por todos aquellos sentimientos que flotaban y que nos unían. De esta manera pasó el tiempo, un tiempo precioso que pasé junto a él y me pareció, ante todo, que fue como un efímero paraíso. E incluso podría decir que el tiempo que estuve con él, todos, absolutamente todos los problemas que antes tenía, desaparecieron y se convirtieron en felicidad por el simple hecho de estar con él. Pero como todo, y sobre todo, todo lo bueno, se acaba y como suele suceder en estos casos no de una buena manera. Todo el paraíso empezó a convertirse todo lo opuesto en un auténtico infierno del que desearía jamás haber entrado, sin embargo y a pesar de no querer entrar en este estado, nuestra relación entró en un auténtico camino de espinas y todos aquellos sentimientos que tenía con anterioridad empezaron a brotar de nuevo. Cada día era más insoportable estar con él y soportar sus comentarios. Al final de unas cuantas semanas de intenso esfuerzo por soportar sus continuas palabras acabamos por separarnos y dejar que el tiempo curará todas las heridas. Sin embargo el dolor y la desesperanza llenaron toda mi alma y me sumergí en un inmenso agujero negro del que jamás vi salida alguna. Y aunque el tiempo pasó y el dolor cedió, mi estado de ánimo seguía siendo pésimo. Durante largo tiempo pensé y deseé que el tiempo se parara y pudiera retroceder para que nada de esto hubiera pasado pero sin embargo y como era lógico de suponer mis deseos no se cumplieron y nada cambió. Poco a poco pero muy poco a poco fue saliendo de aquella oscuridad en el que me encontraba y volví a ver la vida como es y como ahora la vea. Ahora y después de tanto tiempo puedo hablar de lo que pasó y puedo afirmar que, aunque no se quiera, un chico, sólo un chico puede cambiarnos, y aunque no se adamita es un hecho cierto. De la misma manera puedo afirmar que, incluso hoy en día, no puedo decir si todo lo que me pasó fue por suerte o por desgracia porque hoy en día sigo sin saber que fue mayor si la felicidad que me ofreció o la oscuridad que me dio, lo que sí puedo afirmar, decir o gritar que por fin descubrí que cada momento en esta vida es único y que jamás volveré a desear cambiar algo y menos aquello ya que a pesar del dolor, la felicidad que experimenté y todos los momentos que viví con él no los cambiaría por nada del mundo, por absolutamente nada.”

Cristina Moyano Cidoncha (Mérida, Badajoz)

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