lunes, 1 de febrero de 2010

Cuento breve

Érase una vez un cuento muy pequeño del que se reían las grandes historias de mil páginas con infinidad de secuelas, pues él apenas era un susurro en papel con poco más de cien palabras, mas un día leyó una poesía y se enamoró de ella, pues era bella, increíble, deliciosa; era, en una palabra: sueños. El pequeño cuento trató por todos los medios de encontrar las palabras adecuadas para que la poesía se fijara en él, mas acabó frustrado y comprendiendo que no había en el mundo diccionario alguno capaz de comprender todo lo que la poesía era. Triste y con su diminuto corazón de papel marchitándose como una rosa en el desierto, el pequeño cuento se apartó a lo más profundo y oscuro de un libro de relatos breves en donde incluso allí no era más que una ausencia de historias. Mas un día ocurrió algo extraño, ya que frente a su estantería, apareció ella, la poesía más hermosa. Mas no lo hizo en papel, sino siendo recitada por unos labios que daban forma a la poesía más hermosa jamás sentida. Por fin, el pequeño cuento comprendió que las más bellas historias de amor no son las escritas, sino las vividas, que no son las que se pueden expresar, sino las que solo se pueden escribir, y por eso, el pequeño cuento decidió echar a volar, dejar de ser breve eclipse en el cielo para convertirse en la sombra de ella, la chica de los labios de poesía.

Cuentan que, desde entonces, la voz de esa chica es música, que de sus manos surgen fantasías que resucitan latidos, que con la tinta hace arte, que en dos líneas te resume toda una vida y aún lo de más allá. Desde entonces, cada noche, la chica de poesía escribe un cuento, que también es poesía, que también es sentimiento, convirtiendo los besos en un puñado de palabras que escapan a la tinta y el papel.

José Manuel Ortigosa Llane (Málaga)

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