lunes, 1 de febrero de 2010

Agua

Se llamaba agua pero nunca quiso serlo. Su falta de gusto, de color y de un aroma que le identificara, le hacia pasar inadvertida, eso le ponía muy triste.

Vivía en un río que adornaba las montañas, entre peces que no le gustaban, un sol que le abrasaba, unas nubes demasiado lejanas y una noche que le asustaba.

-¡Soy una desgraciada! - decía a menudo.

Una tarde, conoció al limón. Se casó. Unida a su jugo se convirtió en limonada. La acidez de su marido le hizo apartarse y meses más tarde, volvió a ser agua.

¡Cómo lloraba! Las nubes trataron de animarla, el viento le susurraba y hasta las piedras quisieron consolarla... no sirvió de nada.

-¡No quiero ser agua!- gritaba.

Encontró alivio en el Ron, era muy alegre, enseguida le gustó, no pasaron muchos meses cuando se casó, pero el alcohol la dañaba y lo dejó.

Volvió a ser agua, los peces quisieron ayudarla, el sol intentó abrazarla y las estrellas la mimaban, pero ella, lloraba y lloraba...

-¡No quiero correr por las montañas!-decía apenada.

Entonces, llegó un melón y su dulce jugo la engatusó:

-Ven... -le dijo meloso.

Fue, resultó ser un bribón y en menos de un mes... agua otra vez.

-¡Solo me suceden desgracias!-decía mientras lloraba.

Pasaron semanas y su llanto no cesaba. Una tarde, un pastor le preguntó:

-¿Qué te pasa?
-No me gusta ser agua.
-¿Por qué?
-Soy demasiado clara.
-¿Y qué vas a hacer?
-No lo sé...
-¿Quieres venir a mi casa?
-¿Te gusto?
-Me encantas.

Y la pobre infeliz... murió encerrada.

Inmaculada Cordovilla (Mondragón, Guipuzcoa)

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