lunes, 1 de febrero de 2010

La Gata Dulcinea

Dedicado a todas ellas, que lo que quieren lo consiguen

Como son las gatas cuando quieren algo, no se sabe bien que quieren, pero cuando algo
quieren no caben dudas. Cuando una gata es gata se diferencia a simple vista del gato.
Es más estilizada, por lo general tiene muchos colores, cuando uno ve un gato de
muchos lindos colores hay que estar seguros de que es gata. Por supuesto tendrá en la
mirada, la serenidad o la intriga de que algo quiere y conseguirá, porque así son las
gatas, a la expectativa, dispuestas e intrigantes, a leguas se nota cuando la gata anuncia
la caza.

Sutil, suave, dulce y con astucia en la mirada, pasa audaz por los muros, saltando de
tejado en tejado, tarde o temprano llegará con algún trofeo a los pies de su amo. Será un
pájaro, un ratón o una lagartija, lo importante es que le costó conseguirlo pero lo hizo,
tiene tanto la presa en su boca, como la reacción de espanto de sus dueños, le gusta
provocar, así es la gata, provocadora, audaz, intrigante pero sobre todo certera. Eso que
busca, consigue. Eso que quiere, adquiere, con paciencia, muy tenaz, perseverante, ella
debe saber como hay que querer para llegar a obtener.

La gata sabe querer, es su condición de hembra, un macho no, él es capaz de atacar a los
cachorritos con tal de aparearse otra vez con la gata en celo. El macho no, no sabe
como querer. En cambio la gata para proteger su especie, su camada, no le queda más
remedio que aparearse con todos los gatos del barrio, así gracias a la sabiduría de sus
ovarios y con suerte, tendrá un minino de cada candidato a la paternidad, de tal forma,
defiende a su pequeña familia, que casi siempre es de dos a cuatro infantes, todos de
distintos colores, todos de distintos padres.

Hay que ver que bien lo sabe hacer la gata, que cuando llega el gato a atacar con el
único fin de matar a las crías y provocarle el celo de nuevo, ella segura de si misma le
dirá tal cual teleserie venezolana: “Gato José Alberto, tu no puedes matar a Miguel
Rodolfo, porque… Miguel Rodolfo es tu hijo”. El gato responderá “¿Cuál de todos es
Miguel Rodolfo?” Ella guarda silencio, mira con ojos impávidos y se sonríe, porque
sabe que ya lo ha hecho.

Como el gato no diferencia olor, porque todo huele a ella, no ve colores que se parezcan
a él, ya que el gato no tiene interés en mirarse al espejo, no como la gata. La gata si que
se puede contemplar en el espejo, impresionada quizás de tan estupenda figura que la ve
con sorpresa, erguida y saltarina puede jugar ante su propio reflejo. Ella se quiere, al
igual que quiere a sus cachorros. Es Amor, tanto maternal como en el más puro y simple
o complejo sentimiento, Amor. No es sólo supervivencia, si pensara en preservar la
especie, daría igual que viniera un padre desnaturalizado a despojarla de sus hijos,
porque como él, los consideraría desechables, ya vendrán otros, diría. Pero no, es
Amor.

Muchos vimos esa historia de una gata que resultó quemada, por sacar a sus bebés de un
incendio, uno por uno les salvó la vida, precisamente había tenido una gran camada y
fue bastante esfuerzo. Ella terminó con su carita quemada, sin embargo muchos la
querían, a la heroína ¿quien no podría amarla? Que valentía. Un icono de arrojo para
las madres, los bomberos y sobre todo la especie gatuna. Sobre todo, la gata. Tan
intrépida, ella sólo busca su satisfacción, sabe lo que la deja feliz. En este caso será
salvar la vida de sus cachorros, es claro que con el tiempo se separaría de ellos, que
cada quien tendrá su nuevo amo, hogar y barrio. El momento era el presente, hoy ya
pasado, deja muchas enseñanzas, para todos los que nos gusta contemplar la naturaleza
de la gata.

Las mal llamadas bestias, se presentan dando lección de humanidad, muchos son los
casos de mascotas o animales de la calle que muchas veces salvan niños de morir
congelados, los protegen. A veces salvan familias enteras de morir en incendios,
chihuahuas que atacan serpientes de cascabel. Si, ese es el grado de humanidad que
tienen las bestias y del cual muchas personas carecen.

Sabios son todos los animales que viven tan claro el presente, no se quejan de lo que
pasó, más aún aprenden. Una persona es más propensa a meterse con ambos pies varias
veces en un mismo charco, la mal llamada bestia, en este caso la gata, sólo se caerá una
vez adentro del acuario, no lo hará nunca más, por más cosas feas que le griten los
peces.

Ahora la historia, de Dulcinea la Gata. Dulcinea era una gata feminista, cansada del rol
secundario que le habían dejado las caricaturas como: Don Gato o dibujos de Warner,
Merry Melodies, donde los personajes femeninos de las gatas siempre tendrían un
carácter sexista. Inclusive defendiendo el personaje de Gatubela, porque para qué quería
un Batman, cuando podía tener una serie propia, qué tiene de atractivo un hombre
murciélago, Dulcinea se había comido varios murciélagos en el ático de su dueño
anterior.

Una mujer gatuna si que es tema interesante. Claramente no ese producto de cirugías
plásticas, al que acceden los cirujanos inescrupulosos, permitiendo que gente haga
desordenes con su apariencia física. No. Mujer gatuna de la época de los egipcios,
porque ellos si que tenían esa relación de contemplación hacia las virtudes
“animalescas”.

Dulcinea era una gata humana, bastante interesante, pero no fuera de lo común. Podría
haber llegado a ser una perezosa que dejara pelos en las camas y los sofás de las casas
que habitara, mas no fue así, ella tenía más bien ese carácter de heroína. Secuestrada a
su tierna edad, no le quedó más remedio que vivir en un apartamento pequeño, donde
jamás se acostumbró, porque lo que quería ella era pasear por jardines, ya sabemos
como son las gatas cuando quieren, las cosas las consiguen.

Todas las tardes salía al borde exterior del balcón, que no tendría más de diez
centímetros y amenazaba con suicidarse, porque estaba con una depresión incurable.
Llegaba a su edad adolescente sin poder compartir con otros gatos. Tenía ganas de ser
irresponsable, rebelde e irresistible, era en verdad la más guapa de todas las gatas y no
tenía con quien jactarse de eso. Ella lo sabía, porque se miraba en el espejo del baño y
como tenía televisión, aunque no tuviera otras gatas para mirar, veía todas esas
caricaturas, comerciales y series sexistas que denigran a las gatas, ella sabía que era
más.

Como su amo no le daba oportunidad de expandirse, no parecía tener escapatoria de ese
pequeño apartamento en el cuarto piso. A parte de sus intentos de suicidio qué más
podría hacer, tirarse al vacío algún día, a ver si con suerte volaba. Una vez escuchó una
canción respecto a un gato volador, pero la verdad la letra carecía de contenido. Un día
estuvo a punto de cometer el acto desesperado, no de cobardía, sino simplemente
poniendo fe en que tendría siete o nueve vidas, mientras más mejor, seguramente haría
uso de una por piso. Sin alcanzar a precipitarse ese día su dueño la agarró del cuello y
la encerró castigada, por loca, en el baño, durante horas.

Maulló con la tristeza más sincera que los vecinos de la manzana podrían escuchar. ¿La
estarán matando? Decían. Cuando el amo llegó, la toalla estaba rasgada, al igual que la
cortina de la ducha. Los muebles del lavamanos y el botiquín todos arañados. El papel
higiénico aún se suspendía por los aires como si fuese agua nieve en un día de invierno
extremo, muy frío. Claro, obviamente la pobre Dulcinea no se iba aguantar sus ganas
de cagar, como no le enseñaron nunca a usar la taza, ella hizo sus necesidades en la
alfombrita de la salida de la ducha y a modo de protesta se refregó contra sus
desperdicios, demostrando por fuera como se sentía por dentro, hecha mierda la pobre.

Su dueño, Adán, que era un chico joven, muy guapo, según los cánones de belleza de la
televisión, no tenía interés en tener una mascota. Un día recogieron a Dulcinea del
pasaje donde vivía su abuelo, todo porque la gatita blanquita, le gustó a la que entonces
era su novia, que lo dejó por inmaduro y no tuvo la decencia de al menos preocuparse
por el porvenir de tan vulnerable criatura.

Adán, se encerró con Dulcinea en el baño, ella no hizo ni ademán de moverse, estaba
exhausta de todo el desmadre que había causado. Él dio el agua de la ducha y se quedó
largo tiempo observando el agua correr, también estaría triste. Dulcinea ahogándose en
sus propios sentimientos negativos, jamás pensó el los sentimiento negativos de Adán,
que no por ser más grande tendrían más valor, sino que en ningún momento ninguno
trató de darle consuelo al otro, en un acto egocéntrico y de apego a los deseos o de
inmersión en la propia vida de problemas, que no deja tener ninguna consideración con
los demás. El baño se llenó de vapor, Dulcinea sintió miedo de que Adán la quisiera
torturar con agua hirviendo, castigándola por lo que había hecho. La intención no era
esa y Adán deja que corra también el agua fría, la prueba largo rato hasta sentirla tibia y
agradable. Con mucha ternura toma a Dulcinea y comienza a bañarla, con cuidado para
no mojarle sus orejas, para que no le entre agua en el oído.

Tras un largo baño, ambos se relajan, Adán le dice: “Perdóname si no te he dado
atención, pero no sé que hacer contigo ni dónde meterte, la verdad, yo no te quería”
Dulcinea con sus ojos llenos de lágrimas intenta explicarle a Adán que ella sabe y que
también lo lamenta, pero sólo le salen suaves maullidos. Hay que ver como son las
gatas cuando quieren algo. Tras unos breves minutos maullando, Dulcinea comenzó a
hablar, le explicó a Adán lo que sentía. Adán en shock, prefirió concluir que todo lo
que sucedía era un sueño en el momento en que Dulcinea tomó forma humana, de piel
pálida y cabello blanco, como una albina de ojos verdes, muy extraña apariencia, toda
desnuda y mojada, dentro de su ducha, abrazándolo y llorando.

Hoy Dulcinea y Adán siguen juntos, tienen tres hijos y todos son de Adán.

Comprobado.

Neistlein A. Martinich Geerdts (Madrid)

No hay comentarios:

Publicar un comentario