lunes, 1 de febrero de 2010

La mosquita viva

Aquella tarde Ana estudiaba. Un examen de matemáticas le obligaba a hacerlo. Montones de libros y un sofocante calor la acompañaban.

De pronto, siente el zumbido incesante de una mosca. Revoloteaba entre sus cuadernos y le impedía concentrarse.

-Vete, vete... le decía, mientras la espantaba con sus manos.

Decidió salir de su habitación y contárselo a su madre:

-¡Una mosca no me deja estudiar! Gritó nerviosa.

-No te preocupes, echaremos insecticida-dijo su madre.

Ana siguió empollando, no había pasado mucho tiempo, cuando de nuevo, siente su zumbido.

- ¿No puede ser? ¿Es inmune al veneno? ¡Tengo que estudiar! Dijo histérica y en ese instante la mosca... desapareció.

-¿Le asustó mi grito?- pensó contrariada ¡las moscas no entienden nuestro idioma!

Lo cierto, es que Ana pudo volver a sus libros. Al día siguiente, sacó un diez. Llamó a su madre y se compró un helado de chocolate.

Estaba saboreándolo cuando, una gotita cae sobre su pantalón. Una mosca aterriza sobre ella.

-¿Será la misma de ayer? Pensó, dejándola disfrutar esta vez, del dulce sabor de su premio.

Inmaculada Cordovilla (Mondragón, Guipuzcoa)

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