lunes, 1 de febrero de 2010

Código binario

Era la primera vez que me enfrentaba a un reto de tamaño calibre en mi vida. La técnica, sin ser novedosa –pues venía usándose desde la época en que mis bisabuelos eran jóvenes-, no estaba carente de riesgo. Aún así la posibilidad que se me ofertaba era sencillamente maravillosa. Tendría una segunda oportunidad, otra bala en la recámara. Lo bueno era que seguiría siendo yo mismo a pesar de cambiar de carcasa. Todo gracias a los implantes mentales. Y es que ya lo dice el eslogan “Vive tanto como un gato”.

Los implantes mentales fueron obra de M.T.Fisher, científico americano, Nobel de Medicina en el año 2140. Fisher es considerado como el más grande investigador del pasado siglo XXII.

Su trabajo y el de sus discípulos supuso un auténtico cisma para los habitantes del planeta Tierra y de la Luna. Religión, filosofía, matemáticas…no hubo campo de conocimiento que no se viera perturbado. Así, cuando la medicina tradicional resulta insuficiente para salvarte, una nueva vida es posible si el dinero te sale por las orejas, como en mi caso.

Hoy en día hasta las grandes compañías de seguros están abiertas a la posibilidad de esta fórmula. No deja de ser curioso poder meter todos tus recuerdos, tu temperamento o tu voluntad en lenguaje informático en forma de unos y ceros. Una vez procesada toda esta información (alrededor de 500 yottabytes) se procede a implantarla en cualquiera de los cuerpos que han sido donados para la causa.

Y ahora pienso, ¿somos ya realmente inmortales? Se conocen bastantes casos de acaudalados empresarios (en su mayoría de Nueva Rusia y de los Estados Federales Europeos) que han sobrevivido a cuatro o cinco generaciones. ¿Era esto lo que buscaban los antiguos alquimistas? ¿Tenemos ya el elixir de la eterna juventud? Fuera aparte de cuestiones morales más o menos sesgadas según quien las contemple, personalmente considero que dejar atrás a tus hijos, nietos, y todas y cada una de las personas que en un momento formaron parte de tu vida te confieren un carácter moribundo ya de por sí. Además es ridículo aparentar menos edad que tu biznieto.

La polémica siempre ha estado ahí; de hecho, una serie de moratorias aplazaron la implantación de esta técnica, e incluso hoy en día sigue estando vetada por algunos gobiernos. La gran duda es si el individuo sigue siendo él mismo. Por un lado comienzas de cero, con un cuerpo a estrenar pero arcaico al mismo tiempo, que te pide otorgarle un sentido por segunda vez. Una vez integrado el envoltorio estoy seguro que algunos de los patrones de pensamiento tienen que cambiar, por muy parecido que sea a ti el modelito que te hayan buscado.

Por otro lado, se debe tener en cuenta el entorno más inmediato. Cuando los conocidos vayan dejando su puesto en la vida a otros, pasaremos a estar rodeados de extraños. Sí; les conoceremos de una segunda, tercera o séptima vida, ¿pero acaso estos vínculos afectivos y sociales con gente que ha nacido trescientos años después de ti no estarán tremendamente desvirtuados?

Eso por no citar otra serie de problemas entre los que se encuentra el aumento poblacional por el que hemos pasado a ser 11.000 millones de habitantes entre nuestro planeta y su satélite. En algunas zonas la carestía de recursos básicos es ya verdaderamente acuciante.

Hoy más que nunca en la historia de la humanidad, la plutocracia tiene el poder. La posibilidad de que los bienes sean para siempre exclusivamente tuyos ha hecho perder el juicio a más de uno.

Yo no pienso hacer uso de los implantes más que en esta ocasión. Porque merezco ver como envejecen mis hijos, y por que no, cambiarle en unos años los pañales a mis nietos.

Miguel Ángel Page Hernández (Madrid)

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