Había una vez un teléfono móvil muy vanidoso, tanto que rozaba la chulería.
El fijo y el inalámbrico, hartos de oírle decir que era sublime, decidieron darle una lección.
Una noche, aprovechando que estaba mirándose al espejo, escondieron su cargador.
A los pocos días, vieron a un teléfono móvil demacrado, implorando ayuda.
El teléfono fijo le dió el cargador al escuchar sus espeluznantes lamentos.
El inalámbrico hizo la conexión a la red eléctrica tolerándole la vida.
Desde entonces, el móvil reemplazó su pedantería por originalidad y fue un teléfono ejemplar.
El fijo y el inalámbrico, hartos de oírle decir que era sublime, decidieron darle una lección.
Una noche, aprovechando que estaba mirándose al espejo, escondieron su cargador.
A los pocos días, vieron a un teléfono móvil demacrado, implorando ayuda.
El teléfono fijo le dió el cargador al escuchar sus espeluznantes lamentos.
El inalámbrico hizo la conexión a la red eléctrica tolerándole la vida.
Desde entonces, el móvil reemplazó su pedantería por originalidad y fue un teléfono ejemplar.
Inmaculada Cordovilla (Mondragón, Guipuzcoa)
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