lunes, 1 de febrero de 2010

Verano... Invierno

Llevaba un buen rato esperando bajo la lluvia, con aquel paraguas ridículo comprado en los chinos. Había pasado ya más de una hora y ella no aparecía. Él siguió esperando, aferrándose a aquellas palabras como a un clavo ardiendo: Espérame en la plaza, huiremos juntos. Era uno de esos atardeceres pre-invernales en los que no para de llover, una de esas tardes cada vez menos frecuentes en las que la lluvia acompaña las horas golpeando los cristales de las ventanas. A él le encantaba la lluvia.

Lo malo de cuando llueve, es que a veces te toca mojarte. Aquella tarde le tocó. No le importaba. La espera, la lluvia, el frío; todo merecía la pena con tal de que ella llegase. Desde hacía meses los dos vivían al calor de un amor clandestino, lejos de sus tediosos matrimonios.

Se conocieron una noche de verano en una terraza de la plaza de Santa Ana, rodeados de guiris que bebían cerveza sin parar. Los dos estaban dentro de esa tribu de maridos y mujeres que siguen con sus respectivos simplemente por la pereza que les da vivir. Por suerte para ambos, de esa noche en adelante disfrutaron de un idilio estival que hizo aún más ardientes las noches en el Madrid de los que se quedan sin vacaciones en agosto.

Tras meses de ardor secreto, se hicieron una promesa: no repetir los encuentros furtivos, vivir de cara. Aquella tarde lluviosa era el día, por fin. Emprenderían juntos una nueva vida lejos de Madrid, lejos de sus mentiras, pero ella no llegaba. Combatía el frío y la pertinaz lluvia recordando las noches de verano. ¡Cómo disfrutaban mientras sus respectivos estaban de vacaciones! Nunca quedarse trabajando en agosto fue tan gratificante. Bendito verano.
Habían pasado las horas y allí seguía esperándola. Empezaba a anochecer y la lluvia iba remitiendo al mismo tiempo que el sol de aquella tarde era vencido por la noche. Miró el cielo gris, cada vez más negro. Sintió la humedad que le entraba por los pies, el frío en los huesos. Tiró aquel estúpido paraguas y se largó.

De repente era invierno.

Roberto Osa López (Madrid)

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