Desafiando el concepto que de mí misma tengo, de lo que soy y de lo que se supone que tengo que ser. Enfrentándome a quien me configuró; quebrantando las leyes a cumplir.
Tengo que ir más allá incluso de mí; quiero saber antes de partir, conocer antes de atreverme a ser, comer del árbol de la ciencia; y luego, yo, decidiré.
Quiero interpretar lo que no soy (o lo que realmente soy). Quiero representar el papel inmoral, deformado, repugnante, vergonzoso; el que todos han rechazado y del que siempre me han apartado.
En la puerta del abismo me desnudo. Dejo doblados mis prejuicios, mis memorias y libero mis miedos.
Siento el aire, el agua, las miradas. La desaprobación estimula mi descenso, segura de la misión que para mi misma tengo.
Y bajo retando los avisos de peligro al pasar. Me dirijo a cada una de las puertas que nunca abrí.
Cierro siempre; pero abro cada vez que cierro porque no me quiero apresar.
Escalón a escalón, consciente de mi deterioro busco lo que siempre me han ocultado, lo que siempre me ha sido vetado.
En mi bajada a los infiernos, de mi mano, sola, buscando al mismísimo diablo. Viajo a donde nunca he estado, a lo desconocido, a las lindes de mi voluntad.
Un beso atrae mi alma al descenso y ya no quiero dar marcha atrás. Poniéndome a prueba hasta dónde voy a querer llegar, hasta donde voy a poder llegar.
Cada paso en mi descenso es la clave para un paso más.
Y sigo en el prolongado, sufrido, maltratado, amado descenso a mi ser.
…y llego al final…
…y ¡huyes! ¡No estás!
La rabia, el desconcierto, el grito:
“¡Te he buscado, he llegado y vengo a cobrar lo pactado!”
“¡Quiero tu alma, Lucifer!”
……..
En un rincón, encogida, derrotada, cabizbaja, agotada, ahogada por el sollozo, me pregunto a mí misma si acabar no estaría mal.
Desconcertada tirando del frágil hilo de vida que me queda, comienzo el regreso, recogiendo por el camino lo que me dejé, cargando mi alma de conocimiento, reflexión, vivencias, prudencia, sensatez.
En el ascenso voy dictando mis propias leyes, por las que a partir de ahora me regiré.
Regreso lastimada pero segura de lo que quiero ser. Satisfecha por mi peregrinación, con la certeza de que no soy peor ahora, tras mi visita los infiernos, que antes, cuando no conocía otra alternativa; que no es mejor el que está por ignorancia que el que está por propia elección.
Bajé a los infiernos y me encontré al todo el mundo en él.
Rafaela Wait (Cádiz)
Tengo que ir más allá incluso de mí; quiero saber antes de partir, conocer antes de atreverme a ser, comer del árbol de la ciencia; y luego, yo, decidiré.
Quiero interpretar lo que no soy (o lo que realmente soy). Quiero representar el papel inmoral, deformado, repugnante, vergonzoso; el que todos han rechazado y del que siempre me han apartado.
En la puerta del abismo me desnudo. Dejo doblados mis prejuicios, mis memorias y libero mis miedos.
Siento el aire, el agua, las miradas. La desaprobación estimula mi descenso, segura de la misión que para mi misma tengo.
Y bajo retando los avisos de peligro al pasar. Me dirijo a cada una de las puertas que nunca abrí.
Cierro siempre; pero abro cada vez que cierro porque no me quiero apresar.
Escalón a escalón, consciente de mi deterioro busco lo que siempre me han ocultado, lo que siempre me ha sido vetado.
En mi bajada a los infiernos, de mi mano, sola, buscando al mismísimo diablo. Viajo a donde nunca he estado, a lo desconocido, a las lindes de mi voluntad.
Un beso atrae mi alma al descenso y ya no quiero dar marcha atrás. Poniéndome a prueba hasta dónde voy a querer llegar, hasta donde voy a poder llegar.
Cada paso en mi descenso es la clave para un paso más.
Y sigo en el prolongado, sufrido, maltratado, amado descenso a mi ser.
…y llego al final…
…y ¡huyes! ¡No estás!
La rabia, el desconcierto, el grito:
“¡Te he buscado, he llegado y vengo a cobrar lo pactado!”
“¡Quiero tu alma, Lucifer!”
……..
En un rincón, encogida, derrotada, cabizbaja, agotada, ahogada por el sollozo, me pregunto a mí misma si acabar no estaría mal.
Desconcertada tirando del frágil hilo de vida que me queda, comienzo el regreso, recogiendo por el camino lo que me dejé, cargando mi alma de conocimiento, reflexión, vivencias, prudencia, sensatez.
En el ascenso voy dictando mis propias leyes, por las que a partir de ahora me regiré.
Regreso lastimada pero segura de lo que quiero ser. Satisfecha por mi peregrinación, con la certeza de que no soy peor ahora, tras mi visita los infiernos, que antes, cuando no conocía otra alternativa; que no es mejor el que está por ignorancia que el que está por propia elección.
Bajé a los infiernos y me encontré al todo el mundo en él.
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