sábado, 16 de enero de 2010

Vuela Lupo, vuela Alto

Bananas. Fallas. Hacía poco más de un mes que había comprado mi primera GSXR 1000, cuyos 164 caballos me resultaban aún indómitos y ni mucho menos los controlaba a voluntad. Como el 405 no salía de discotecas y la mejor forma de ir a Bananas es en maxitren, yo me fui en moto... con la gran carga pesada de Lupo, más una generosa mochila que albergaba muchos litros de alcohol y mezcla.

Virtual y Borra vendrían el tren, o en taxi, qué más da. Allí estábamos, en el parking cómo no, finiquitando el smirnoff y dando paso al Royal Swan que por aquel entonces tenían licencia para vender en Mercadona. Como buen finde de fallas, el plátano estaba lleno de mujeres, pueblerinos y borrachos como nosotros. Dentro, ya a tope, la liamos como siempre. Encontramos un objetivo, una tía que nos parecía una Diosa, y perseguíamos a través de las pistas saltando de máquina a pachanga y pista fiesta. Cómo corría la zorra, cuánta baba tiraríamos.

Las fuerzas nos empiezan a fallar y decidimos marcharnos, ya en la moto, organizándonos, aparece la Diosa y oh, surprise, su cara enfurecida se torna amable al ver a la moto y no al piloto. Se acerca y hablamos un rato de cualquier chorrada. Instados por Virtual, la subo en la moto para que le vean éstos el tanga y darle una vuelta por el párking, entre las botellas rotas y los drogados. Volvemos y es el momento de ofrecerle que se venga a casa a bombear, pero no soy yo de ésos. De los inteligentes, digo.
La puta se va, como todas se van, Y Mr rígido se monta la mochila y nos dirigimos a la autovía, pero se enciende la luz de reserva. A mí no me queda dinero, y le pido a Lupo que me de algo. Me estira un sucio billete de 5 Euros y parece que me diga con la mirada" Joder, no tengo nada más suelto, con eso tienes para toda la semana". Así que aún chufas, nos metemos en la autovía.

No sé por qué pero me enciendo y alguien lo tiene que pagar. Voy a probar hasta dónde empuja este motor, y pobre del que se meta de por medio. Vamos a empezar con los caballitos; salgo al carril izquierdo en segunda a 90 y abro gas. La cabra se levanta y vamos ganando velocidad e inercia hasta casi 200 por hora. No sé si es por el alcohol o qué pero me resulta muy fácil mantener el equlibrio, así que vamos adelantando atónitos coches a 200 por hora cuando despunta el sol, a una puta rueda, a lo largo de kilómetros, hasta que de vez en cuando algún gilipollas se planta " despacio" por el carril izquierdo y tengo que bajar la rueda para poder ponerme a 10 centímetros de él y coserlo a luces largas y pitidos. Todos, drogados, pegan varios volantazos y se apartan mientras yo agito un puño en el aire y los maldigo dentro de mi casco.

Tras unos cuantos kilómetros de caballitos eternos me aburro, bajo la rueda y pienso en probar cuánto corre el bicho, me siento eufórico, si entrara en lidia ahora con valentino rossi y toda esa caterva de gilipollas, los tiraría de la calzada con una mano miesntras que con la otra pilotaba mi máquina.
Así que empiezo a engranar marchas y la velocidad empieza a multiplicarse. 160, 180, 200, 240, 270... tengo que hacerme más hacia atrás, acoplarme más. Echo el culo hacia atrás y comrpuebo qué es lo que me molesta, allí está lupo tocándome, así que bajo velocidad y le grito y farfullo a través del casco y el aire, y lo voy empujando hacia atrás y empiezo de nuevo. 180, 240, 270, 299, 299, 299, 299. Los coches a los que adelantamos ahora aparecen y desaparecen como moscas que vuelan hacia ti, tengo que dejar más espacio entre ellos y la moto ya que se crea un espacio de aire que nos hace tambalear cada vez que los rebaso. Yo sólo quiero ver un puto 300 en el cuenta. Conscientemente sé que no es posible, que estña limitado a 299, incluso en 5ª, y por mucho que pase de esa velocidad no lo va a marcar.

Ya veo qué es lo que me frena, cuál es la china de mi zapato, el lastre de mi globo. Plano sobre el depósito, veo las manos de lupo en él, y a través de los retrovisores veo su cuerpo chocando contra el viento, haciendo una piedra mi misil.

Como creo que no saltará por su voluntad, trato de hacerlo caerse de la moto, convencido de que una vez que pierda el lastre alcanzaré más velocidad hasta salir de órbita quizás. Así que empiezo a cambinar caballitos con brutales aceleraciones larguísimas que van desplazando a mi carga cada vez más fuera de mi moto, más cerca de mi clímax. Veo cómo sus manos se van resbalando del depósito, oh sí, miro ansioso los retrovisores para ver cuándo su cuerpo sale despedido y se deshace en el asfalto a 300 kilómetros por hora. Ya está sujeto sólo por las puntas de los dedos cuando me aplano más para que le dé más el aire y se vaya antes, pero el hijodeputa consigue avanzar las manos justo cuando se va a despedir y colvemos a empezar. Yo estoy furioso, no puedo deshacerme de él, y tirarlo a codazos sería un delito, así que me introduzco más en mi furia pero no sirve de nada. Cómo aguanta el hijputa, ya podía haber sido el borracho y haberlo perdido en el primer caballito.

Entonces llega nuestra salida y vamos a su casa. Lo dejo y baja de la moto con la ropa compeltamente revuelta, como salido de un tornado. Se quita el casco y me mira con recelo, tambaleándose como alguien que acaba de bajar de una montala rusa, y es cuando vuelve a entrar la reserva. Le hago ver para qué poco han servido sus 5 euros, y aún furioso con él por no haberse caído, me voy para mi casa, no sin antes casi caerme a 15 por hora.

Y por la noche a trabajar.

Víctor Montón Picazo (Paterna, Valencia)

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