sábado, 30 de enero de 2010

El sonido de las gaviotas

Acaba de encender un segundo cigarrillo, es la única luz que puede distinguirse en cientos de metros. Ha terminado acostumbrándose a la oscuridad y al silencio nocturnos y ya es incapaz de imaginar su vida de otra manera.

A su lado el otro se ha quedado dormido, Luís lo envidia, todas las noches se lo queda mirando unos instantes mientras duerme, plácido, como si esos ratos de sueño lo transportasen a su pasado.

A lo lejos, muy a lo lejos, como de otro mundo están las demás tiendas, el hospital, un búnker, las armas que resuenan, las brasas aún calientes del menú de arroz, y sólo la certeza de esas cenizas que se queman entre sus dedos y el olor a alquitrán que le llena la boca, le recuerdan que está vivo y solamente durante unos segundos, sin nostalgia ni resignación, echa de menos el sonido de las gaviotas, porque desde la base número quince de ese campamento español en Afganistán no se escuchan, ni se escucharán nunca, las gaviotas.

Cristina Salán (Barcelona)

No hay comentarios:

Publicar un comentario