Alba se había acostado. Sumergida en sus sueños, entre dormida y despierta intuía algo que esa misma noche la perturbaría. Sí. Presentía la presencia de un amigo.
Su madre entró en la habitación y la despertó. Ella imaginaba quien podía encontrarse en el salón aguardando su espera. Se trataba de Víctor. En pijama, con los ojos perniabiertos y el cabello alborotado, le saludó con alegría.
Pronto percibió que una noticia dolorosa le iba ser comunicada.
--Pasemos a la habitación-, le sugirió Alba.
Víctor se levantó del sofá. Los gestos de su rostro denotaban una profunda preocupación; inspiraba aire como aquel que ignora por dónde comenzar a relatar un cuento con un final triste.
Alba se sentó en la cama, lo sospechaba. Ladeó su cara. Víctor se sentó a su lado:
-Traigo malas noticias, comenzó a decir.
Pedro había fallecido. Sí. Pedro. Su amor.
Los ojos alegres de Alba dejaron de brillar por el impacto de la noticia. Su rostro anochecía desencajado. Víctor le ofreció sus manos. El llanto de ésta se quebró como si le faltara la Tierra; gemidos mostraban dolor de su alma rota. Sus lágrimas rodaban y rodaban sin cesar. Se sentía culpable y le culpaba a Pedro de su muerte. Se vino abajo como un acróbata que luchaba en una fina cuerda sin nadie que pudiera sostenerla.
-¡No te marches!-, te lo ruego, le suplicaba Alba a su amigo.
Víctor permaneció un largo rato en la casa. Después partió en silencio.
Esa noche Alba ya no recuerda si durmió apenas unas horas, quizás tres. Creyó recordar que se levantó a las cinco de la mañana y concluyó así el día; pensamientos, angustias, escenas, miedos. Todo se le vino a la mente.
Pero ocurrió algo imprevisible; una cadena de sucesos le hizo retomar fuerza porque descubrió con asombro que Pedro no había muerto. Era una corazonada. Entonces se fió de su intuición y le telefoneó; allí estaba su voz. Le preguntó si quería acercarse a verle. Ella le colgó porque sobre la mentira se construyen las cosas que se desploman, las presas que estallan, las empresas que se arruinan, los hogares que se deshacen , amo la verdad, aborrezco la mentira.
¿
Serán mezquinos? ¿Por qué me han mentido?
La noche de los truenos rotos había valido la pena. La noche de los truenos rompe con la miseria. Hoy Alba se ha levantado más fuerte. Se acabó aquella noche de los truenos rotos.
Su madre entró en la habitación y la despertó. Ella imaginaba quien podía encontrarse en el salón aguardando su espera. Se trataba de Víctor. En pijama, con los ojos perniabiertos y el cabello alborotado, le saludó con alegría.
Pronto percibió que una noticia dolorosa le iba ser comunicada.
--Pasemos a la habitación-, le sugirió Alba.
Víctor se levantó del sofá. Los gestos de su rostro denotaban una profunda preocupación; inspiraba aire como aquel que ignora por dónde comenzar a relatar un cuento con un final triste.
Alba se sentó en la cama, lo sospechaba. Ladeó su cara. Víctor se sentó a su lado:
-Traigo malas noticias, comenzó a decir.
Pedro había fallecido. Sí. Pedro. Su amor.
Los ojos alegres de Alba dejaron de brillar por el impacto de la noticia. Su rostro anochecía desencajado. Víctor le ofreció sus manos. El llanto de ésta se quebró como si le faltara la Tierra; gemidos mostraban dolor de su alma rota. Sus lágrimas rodaban y rodaban sin cesar. Se sentía culpable y le culpaba a Pedro de su muerte. Se vino abajo como un acróbata que luchaba en una fina cuerda sin nadie que pudiera sostenerla.
-¡No te marches!-, te lo ruego, le suplicaba Alba a su amigo.
Víctor permaneció un largo rato en la casa. Después partió en silencio.
Esa noche Alba ya no recuerda si durmió apenas unas horas, quizás tres. Creyó recordar que se levantó a las cinco de la mañana y concluyó así el día; pensamientos, angustias, escenas, miedos. Todo se le vino a la mente.
Pero ocurrió algo imprevisible; una cadena de sucesos le hizo retomar fuerza porque descubrió con asombro que Pedro no había muerto. Era una corazonada. Entonces se fió de su intuición y le telefoneó; allí estaba su voz. Le preguntó si quería acercarse a verle. Ella le colgó porque sobre la mentira se construyen las cosas que se desploman, las presas que estallan, las empresas que se arruinan, los hogares que se deshacen , amo la verdad, aborrezco la mentira.
¿
Serán mezquinos? ¿Por qué me han mentido?
La noche de los truenos rotos había valido la pena. La noche de los truenos rompe con la miseria. Hoy Alba se ha levantado más fuerte. Se acabó aquella noche de los truenos rotos.
Susana Robles Vadillo (Madrid)
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