"Descubrí cristalinos desplegándose temerarios entre las hojas deslucidas de aquellos árboles de hormigón, el eco rememorando las últimas sílabas de mi nombre, tras las columnas vacías de una ciudad atemporal. Sentí las manos envolventes y posesivas de un espectro que no eras tú, mas el miedo me rehuía.
Tu rostro abundante pero inerte, mis miradas minuciosamente dirigidas a tus labios, imploran. Jamás creí que me sometería así por nadie, bajo esta rapsodia alienada de frustración y ternura sempiterna, no hay razón pura que serene lo indómito que todavía celo. Y no alcanzo a comprender la indolencia de tus instintos, quizás la exaltación de los míos, no puedo conocer si es tu cuerpo o el mío el más reprimido.
Pasan prestos los minutos, nuestras pupilas posadas en las que sin tregua nos acechan, discontinuo silencio e irrevocable serenidad. Lamento la hipocresía de aquella expresión que alegaba poder leer en las miradas, pues la tuya es todo un misterio".
Tu rostro abundante pero inerte, mis miradas minuciosamente dirigidas a tus labios, imploran. Jamás creí que me sometería así por nadie, bajo esta rapsodia alienada de frustración y ternura sempiterna, no hay razón pura que serene lo indómito que todavía celo. Y no alcanzo a comprender la indolencia de tus instintos, quizás la exaltación de los míos, no puedo conocer si es tu cuerpo o el mío el más reprimido.
Pasan prestos los minutos, nuestras pupilas posadas en las que sin tregua nos acechan, discontinuo silencio e irrevocable serenidad. Lamento la hipocresía de aquella expresión que alegaba poder leer en las miradas, pues la tuya es todo un misterio".
Rocío Portero García (Murcia)
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