sábado, 30 de enero de 2010

El regalo de Tomasa

Había una vez un granjero llamado Tomas. Vivía en una granja situada en la ladera de una montaña.

Desde hace años, compartía su vida con su esposa, una robusta y bondadosa mujer llamada Tomasa.

Los dos trabajaban considerablemente: sembraban el campo, atendían al ganado, limpiaban los corrales…

Acababan su jornada rendidos, pero el amor que se procesaban y la vida al aire libre, compensaban sus sacrificios diarios.

Una mañana, el hombre cortaba leña en el bosque, cuando de repente, se acordó que pronto llegaría el cumpleaños de su esposa.

-¿Que le puedo regalar?- se preguntaba inquieto.

No hallaba respuesta y los días pasaban a una velocidad tan vertiginosa, que a menudo, se sentía mareado.

-¿Que le puedo regalar?- se preguntaba cada vez más nervioso por la terrible cercanía de esa fecha en el calendario.

De pronto, regando las hortalizas de su huerto, se le ocurrió una idea: los animales de su granja y él, le brindarían un concierto.

Para ello, tendría que preguntar la opinión a cada uno de ellos y si estaban de acuerdo, ensayarían todos juntos.

Sin perder tiempo, fue a preguntarle al caballo con el que tantas veces paseaba por la montaña.

-¿Querido rocín relincharías para Tomasa en su cumpleaños?

-¡Claro!- dijo el animal sin dudarlo siquiera.

Después, se acercó a la gallina que le regalaba los huevos con los que su esposa hacia esas deliciosas roscas bañadas de azúcar.
-¿Amada gallina cacarearías para Tomasa en su cumpleaños?

-¡Por supuesto! Contestó el ave muy contenta.

Luego fue a la cuadra y le preguntó a esa vaca que tan rica leche le regalaba todas las mañanas:

-¿Adorada vaca, mugirías para Tomasa en su cumpleaños?

-¡Será un placer! le dijo la res.

Después, se acordó de la oveja a la que esquilaba todos los años y le dijo mirándola fijamente a los ojos:

-¿Apreciada oveja, balarías para Tomasa en su cumpleaños?

-¡Con muchísimo gusto! Le contestó.

De camino a la granja se tropezó con el encargado de cazar los ratones, que a veces, aparecían por casa y le preguntó:

¿Estimado minino maullarías para Tomasa en su cumpleaños?

-¡Lo haría encantado!- respondió el gato.

Al llegar a la puerta de la granja, su perro se acercó velozmente para saludarle. Tomás le preguntó acariciando su pelaje:

-¿Amigo can ladrarías para Tomasa en su cumpleaños?

-¿Como no? querido amigo.

Al entrar en el porche de su precioso cortijo, observó al canario que durante tantos años alegraba su vida y le preguntó:

-¿Lindo pajarillo trinarías para Tomasa en su cumpleaños?

-¡Desde luego!- le dijo dichoso.

Tomas sonreía, sabía que los animales querían mucho a su mujer pero no esperaba esta respuesta tan positiva.

Y ante la enorme cercanía del cumpleaños de la granjera, decidieron ponerse a ensayar rápidamente.

Destinaron muchas horas, muchos días e incluso alguna que otra noche y ¡por fin! Llego la fecha señalada.

Aquella mañana lucía un sol esplendido y como era habitual, la mujer se dispuso a tender la ropa en el cercado. De pronto, escucho:

Iiiiii, iiiii, Muuuu, muuu, Cocorocoooo, Beeee, beeee Miauu

Guauuu, guauuu, Pio,pio, pio

Cuuumpleaaaños feliz…

Iiiiii, iiiii, Muuuu, muuu, Cocorocooo, Beeee, beeee,Miauu

Guauuu,, guauuu, Pio,pio, pio

Cuuumpleaaaños feliz…

Iiiiii, iiiii, muuuu, muuu, Cocorocoo, Beeee, beeee miauu

Guauuu,, guauuu, Pio,pio, pio

Te deseeeamos todooos…

Iiiiii, iiiii, Muuuu, muuu, Cocorocoo, Beeee, beeee, Miauu

Guauuu,, guauuu, Pio,pio, pio

Cuuumpleaaaaños feliz.

Tomasa creía que soñaba cuando su esposo al concluir el concierto se presentó ante ella con una enorme tarta llena de velas.

-Felicidades cariño- le dijo con emoción.
-Gracias dijo ruborizada. Yo también os cantaré una canción.

-¡Genial!- dijeron todos.

Y ante la mirada de su esposo y sus queridos animales entonó:

-Gracias a la vida que me ha dado tanto, me ha dado la risa y…

De repente, el cielo comenzó a nublarse y unas gotazas de lluvia empezaron a mojar la hierba del cercado.

El caballo salió galopando torpemente por la montaña, la vaca regresó a su cuadra, la gallina buscaba a sus polluelos…

Tomasa seguía cantando:
-… me ha dado el llanto. Gracias a la vida que me ha dado tanto...

La oveja se meneaba incomoda, el gato buscaba ratones, el perro regresaba a su caseta y el canario revoloteaba nervioso.

-¿Canto mal?- preguntó Tomasa a su paciente esposo.

-¡No cariño! Lo haces muy bien.- mintió Tomas.

-¿De verdad?

-¡Por supuesto! Mintió de nuevo su marido.

-¡Eso es amor!- dijo el sol escuchando sin cesar la estrepitosa voz de aquella robusta y bondadosa mujer.

Inmaculada Cordovilla (Mondragón, Guipuzcoa)

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