sábado, 23 de enero de 2010

La muerte lleva nombre de mujer

Esperó en silencio una orden que no acababa de llegar.
Sumida en la más profunda oscuridad meditaba.

Se había convertido en una servidora del Tártaro.
Estaba avergonzada de pertenecer a la quinta raza de los hombres, los descendientes indignos, los impuros, los pecadores, los crueles, los lujuriosos, los sedientos de sangre.
Como prisionera de su legado, sólo podía prepararse para lo peor.

Entre espesas nubes de humo negro llegó el mandato de su rey.
Armada hasta los dientes, la cabellera negra, la perfecta figura encuadrada en acero.
Subió a toda velocidad las escaleras que la conducirían al mundo exterior convertido en campo de batalla.
Atestado de muerte y sangre.
Iba a unirse a aquella pesadilla viviente, rebanando cabezas, abriendo vientres.

La vista se torna la de un halcón, las piernas cobran la agilidad de la pantera. Nacida para dar muerte.

Todo hombre que muere habiendo matado a un semejante desciende al Tártaro.
Ya sea por amor o venganza, el destino es siempre el mismo.

Todos los que estaban en aquel campo infectado de muerte, descenderían al abismo.
Todos asesinos, merecedores del peor de los castigos.

Amaltea no solo mataba por placer, mataba porque quería acabar con la raza inmunda de la que ella misma procedía.

A cuantos hombres mató nadie lo supo.
Pero acabó con más que ningún otro guerrero, y lo hacía como alma que lleva el diablo.

Cuando todo terminó, y el lado subterráneo en el que se encontraba Amaltea lo celebraba, esta enloqueció.
Con su espada afilada rebanó las cabezas de los pocos que aún quedaban en pie.
De sus compañeros, con los que se había entrenado para matar.

Comprendió que ya no quedaban seres que destruir, pues ella era la única que seguía viva.

Triste y vacía vagó por la llanura, hasta que finalmente se arrogó por el acantilado más profundo.

Su alma descendió al averno y como castigo recibió la soledad y el aislamiento.
Y jamás volvió a ver correr la sangre, ni volvió a disfrutar con nada, ni volvió a ver otro sufrimiento que no fuese el suyo propio.

Aunque también se cuenta, que fue la que libró al mundo de la raza humana.
Nosotros, los que procedemos de mundos oscuros, hemos vuelto a la tierra, la que de hecho nos pertenecía, la que nos fue arrebatada.
Todo por una mujer a la que llamaron Muerte.


Nuria García Barbé (Oviedo, Asturias)

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