viernes, 29 de enero de 2010

Hambre de recuerdo

“Si fuera tú no pensaría en lo ocurrido. En tu situación lo peor que puedes hacer es lamentarte. Piensa que tus manos están libres y puedes tocarte la nariz, los parpados, tu par de labios en perfecto estado. Acuérdate de cuando podías caminar, porque tus metacarpianos seguían juntitos en su sitio y la rodilla tenía flexibilidad en el sentido correcto. Olvida los desafortunados rasguños de tu cuerpo, profundos abismos blancos llenos de lava, circulando aún sin parar. Piensa que aún queda algo en tu cerebro gris, tierno y suculento al parecer, y que nada ha despellejado tus órganos estériles, que siguen invadiendo al cuerpo de sangre, y que este no la rechaza por ningún abismo cual volcán. Recuerda tu maravilloso estómago, ahora repleto de bilis y trozos de lengua y oreja, cuando estaba rodeado por el hígado y el páncreas, tan amarillo que es, y unido al siempre interesante intestino, que podría estar en su sitio y no tapiado en la muchedumbre de músculos de los cuádriceps.

El rojizo resplandor de tus brazos, producto de su generosa cesión de piel a tu trasero, no tiene que desmoralizarte, podría haber acompañado a la lengua en tu aún localizable estómago. Todo, siempre puede ser un poco peor, según cómo lo mires, aunque en tu situación los testículos no te ayuden a ver, pero estás realmente espléndido, sólo falta coger los restos de tus riñones del pulmón y colocarlos en el interior de las cervicales, pisarte los pulmones no ha sido una buena idea. ¿Te acuerdas cuándo te he abierto la tráquea? Ha sido mi primera vez con los dientes, y no ha estado nada mal. Lástima que no estés ya con nosotros.”

Esto le dije al último antes de comérmelo. Contigo va a ser parecido, sin errores. Te lo prometo.

David Budó (Molins de Rei, Barcelona)

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