sábado, 30 de enero de 2010

Claudia

Son las 8 de la mañana, Claudia despierta con el sonido de su despertador favorito.

Es un reloj con un significado especial: grande, blanco y con forma de pirámide, lo trajo de Egipto. Allí paso su luna de Miel.

Nunca olvidará ese momento, estaban en un bazar y le clavó los ojos.

-Cómpratelo- dijo su recién estrenado marido.

-¡Es muy caro!-contestó Claudia.

Por la noche, en el hotel, su marido la sorprendió con el despertador.

-Espero que nos despierte muchas mañanas.- le dijo.

Se emocionó y le abrazo tanto que le hizo daño.

-Tranquilízate-dijo-sin apenas quejarse y comiéndola a besos.

Ese despertador lleva un año despertando sus sueños. Hoy cuando sonó, estaba sola, su marido se había ido a la oficina.

Se dispuso a asearse y limpiar la habitación. Hizo la cama, limpio el polvo y sacudió las alfombras.

No tenía prisa, desgraciadamente, era una persona más, de las tantas, que engrosan las listas del paro de nuestro país.

Intentaba aprovechar el tiempo, estudió Ingles, hizo un curso de natación, aprendió a conducir... ahora, se dedicaba exclusivamente al hogar.

Desayunó café con leche con tostadas y sin darse apenas cuenta, eran las diez y media de la mañana.

Se vistió y fue a buscar el traje de su marido a la tintorería.

-Nena, me hace falta para el lunes.

-No te preocupes cariño, lo tendrás listo para el viaje-le dijo anoche.

Salía de la tintorería con el traje y quiso entrar en una tienda para comprarle esa camisa que hace mucho vio en un escaparate.

Después, fue a cargarle el móvil, comprarle vino, un perfume, tabaco y una corbata a rayas. Siempre pensaba en él, ¡Qué pasada!

Llegó a casa a la 1 del mediodía, se dispuso a comer, tenia comida en el frigorífico, la calentó, estaba comiendo cuando…

-Ring, Ring, Ring…
-¿Quien es?-preguntó, cogiendo el auricular del teléfono.
-Tu amiga Raquel, ¿te apetece tomar un café esta tarde?
-Vale ¿a qué hora?
-A las 4 ¿te viene bien?
-Sí.
-Bueno, pues hasta ahora.
-Sí, adiós.

Acabó de comer, fregó y se vistió con los vaqueros de siempre y la blusa de lunares azules que también trajo de Egipto.

A las 4 menos cuarto, estaba esperando a su amiga en el bar de costumbre y con la taza de café humeante sobre la mesa.

Ella llegó a las 4 y con impaciencia, le dijo:

- ¡Me voy a Egipto de vacaciones!
-¿Cuándo?-le preguntó asombrada.
-El mes que viene. Aprovecharé una semana que tengo libre.
-Allí disfruté mi Luna De Miel.
-Sí, lo sé- le dijo sonriendo.
-De allí traje esta camisa, un despertador y unos recuerdos inolvidables.
-Lo sé, ahora... me marchó a comprar los billetes, estoy loca de alegría.
-Ya veo, dijo Claudia, acabando el café precipitadamente.

Llegó a casa a las 5 de la tarde y se dijo: pondré la lavadora, plancharé y le haré la maleta a mi marido..

Estaba haciéndola, cuando…

-Ding... Dong.

Era el timbre, abre la puerta y un hombre cargado con alfombras, dice:

-Barato, Barato, vendo barato…
-No me interesa, ya tengo alfombras-le dice.
-Señora mire, vendo calidad y barato, muy barato…
-No, ya tengo alfombras-repetía, mientras le cerraba la puerta apenada.

Siguió haciendo la maleta, cuando acabó, el reloj con forma de pirámide instalado en su habitación, marcaba las 7 de la tarde.

Pronto llegaría su marido, haré la cena, se dijo, prepararé una tortilla de patatas en su punto exacto, ni muy tostada ni poco hecha, así le gustaba a él.

La tenia servida en la mesa cuando…
-Ring... Ring…
-Si, dígame-dijo contestando al teléfono.
-Nena, llegaré tarde, no me esperes despierta. -dijo la voz de su marido.
-De acuerdo- contestó contrariada.

Se comió la tortilla, recogió la cocina, leyó un libro y se dispuso a ver el televisor.

Aburrida, se marchó a la cama. Llevaba unos minutos, cuando siente... el ruido de la llave en la cerradura, pisadas en la alfombra, su fragancia…

Nota que su marido se aproxima, espera que se introduzca entre las sabanas, se acerca, le abraza y susurra en su oído:

-Cariño... te estaba esperando.

-¡Bien!- dijo al tiempo que sentía el roce de su cuerpo, las caricias de sus manos, los besos en la nuca…

Una vez más, en la penumbra de su alcoba, aquel precioso reloj, grande, blanco y con forma de pirámide se convirtió en el testigo mudo de su amor.

Inmaculada Cordovilla (Mondragón, Guipuzcoa)

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