La luna estaba radiante y una multitud de estrellas abrazándola hacían que fuese una noche especialmente mágica.
Paula, esa mujer de aspecto menudo y piel arrugada por la edad, lo sabía, y desde la ventana de su alcoba disfrutaba del panorama.
Desde niña, vivía en una casita situada en la montaña y desde cría, los paisajes ofrecidos por la propia Naturaleza la llenaban de paz.
De pronto, el llanto de su nieta rompe el silencio, rápidamente la coge en brazos y trata de calmarla:
-¿Qué te pasa nena mía?-le pregunta inquieta -no puedes tener hambre, ni sed, tampoco frío ¿te duele algo? Si pudieses decírmelo sería más fácil.
Estrella, esa niña rubia de ojos claros y luminosa sonrisa, era demasiado pequeña para poder hacerlo, sus pocos meses de vida no se lo permitían.
La noche comenzó a nublarse, las estrellas perdían brillo y la luna frunció el cejo preocupada.
La cría no paraba de llorar, su abuela, queriendo espantar esas lágrimas tan feas, decidió contarle un cuento.
Verás, lucerito- le dijo mientras le acunaba.
-Había una vez un cielo repleto de estrellas, unas tenían un brillo sobrenatural, otras contaban con el destello adecuado y las menos dichosas apenas tenían luz.
Una noche, la luna, quiso hacerse una foto junto a ellas y preguntó:
- ¿Quiénes queréis haceros una foto conmigo?
-¡Yo! -dijeron todas.
-Todas no cabéis –contestó la luna-, haremos una cosa, creareis grupos de estrellas con un brillo similar y cada uno, tendrá que elegir un motivo por el que la foto saldrá bien, me ladearé por las que me convenzan ¿de acuerdo?
-De acuerdo, - dijeron todas.
A la noche siguiente, agrupadas delante de la luna, esperaban a que les otorgase la palabra. Comenzó el grupo de estrellas que más brillaba en el firmamento.
-Nosotras, te daremos el brillo que jamás has tenido en tu vida- dijeron..
Esta bien, dijo la luna, que pasen las siguientes, pasó el grupo de estrellas que contaban con el brillo adecuado.
-Nosotras, te ofrecemos una iluminación perfecta.-Dijeron contentas.
Esta bien, dijo de nuevo la luna, que pasen las siguientes, pasó un puñado de estrellas con muy poca luz.
-Nosotras, te regalamos una luz tenue y romántica.-Dijeron muy tímidas.
Elección difícil- comentó la luna- ¿Con qué grupo de estrellas quedará mejor la foto? ¡ya esta! Dijo, me quedaré con las que brillan menos.
-¿Por su luz tenue y romántica? Eso es una cursilería- dijeron muchas.
- No, porque con ellas... brillaré aún más –contestó la luna orgullosa.
-¡Yo sé de alguien que podría eclipsarte- Se oyó decir a lo lejos.
-¿Quién?-Preguntaron todas...
Fuera, el cielo se cubrió de nubes, la presencia de un fuerte viento enfrió la atmósfera, las estrellas dejaron de brillar y la luna palideció.
La niña estaba callada, callada y fría, en algún momento del relato había dejado de respirar.
-¡Estrella!... ¡Estrella!... –gritó la abuela al percatarse.
Fue inútil... la noche se la llevó.
Inmaculada Cordovilla (Mondragón, Guipuzcoa)
Paula, esa mujer de aspecto menudo y piel arrugada por la edad, lo sabía, y desde la ventana de su alcoba disfrutaba del panorama.
Desde niña, vivía en una casita situada en la montaña y desde cría, los paisajes ofrecidos por la propia Naturaleza la llenaban de paz.
De pronto, el llanto de su nieta rompe el silencio, rápidamente la coge en brazos y trata de calmarla:
-¿Qué te pasa nena mía?-le pregunta inquieta -no puedes tener hambre, ni sed, tampoco frío ¿te duele algo? Si pudieses decírmelo sería más fácil.
Estrella, esa niña rubia de ojos claros y luminosa sonrisa, era demasiado pequeña para poder hacerlo, sus pocos meses de vida no se lo permitían.
La noche comenzó a nublarse, las estrellas perdían brillo y la luna frunció el cejo preocupada.
La cría no paraba de llorar, su abuela, queriendo espantar esas lágrimas tan feas, decidió contarle un cuento.
Verás, lucerito- le dijo mientras le acunaba.
-Había una vez un cielo repleto de estrellas, unas tenían un brillo sobrenatural, otras contaban con el destello adecuado y las menos dichosas apenas tenían luz.
Una noche, la luna, quiso hacerse una foto junto a ellas y preguntó:
- ¿Quiénes queréis haceros una foto conmigo?
-¡Yo! -dijeron todas.
-Todas no cabéis –contestó la luna-, haremos una cosa, creareis grupos de estrellas con un brillo similar y cada uno, tendrá que elegir un motivo por el que la foto saldrá bien, me ladearé por las que me convenzan ¿de acuerdo?
-De acuerdo, - dijeron todas.
A la noche siguiente, agrupadas delante de la luna, esperaban a que les otorgase la palabra. Comenzó el grupo de estrellas que más brillaba en el firmamento.
-Nosotras, te daremos el brillo que jamás has tenido en tu vida- dijeron..
Esta bien, dijo la luna, que pasen las siguientes, pasó el grupo de estrellas que contaban con el brillo adecuado.
-Nosotras, te ofrecemos una iluminación perfecta.-Dijeron contentas.
Esta bien, dijo de nuevo la luna, que pasen las siguientes, pasó un puñado de estrellas con muy poca luz.
-Nosotras, te regalamos una luz tenue y romántica.-Dijeron muy tímidas.
Elección difícil- comentó la luna- ¿Con qué grupo de estrellas quedará mejor la foto? ¡ya esta! Dijo, me quedaré con las que brillan menos.
-¿Por su luz tenue y romántica? Eso es una cursilería- dijeron muchas.
- No, porque con ellas... brillaré aún más –contestó la luna orgullosa.
-¡Yo sé de alguien que podría eclipsarte- Se oyó decir a lo lejos.
-¿Quién?-Preguntaron todas...
Fuera, el cielo se cubrió de nubes, la presencia de un fuerte viento enfrió la atmósfera, las estrellas dejaron de brillar y la luna palideció.
La niña estaba callada, callada y fría, en algún momento del relato había dejado de respirar.
-¡Estrella!... ¡Estrella!... –gritó la abuela al percatarse.
Fue inútil... la noche se la llevó.
Inmaculada Cordovilla (Mondragón, Guipuzcoa)
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