jueves, 28 de enero de 2010

El fótografo

Darle la última mano a su obra, es decir, quemarla.
Georg Christoph Lichtenberg.


Hoy tenemos sesión fotográfica de modelos publicitarios para la revista “Moda Libre”. Me llamo Ángel y soy fotógrafo. Nunca me fijo en las chicas, pero aquella parece profesional. Creo que sin tanto maquillaje sería muy expresiva para mi soñada fotografía.

-Encender luces.La roja, Rubén. Entrada primera chica. Postura propia, .naturalidad. Silencio, por favor. Empezamos.- digo con tono vehemente.

De repente, Rubén me dice que ha muerto Irving Penn a los 92 años. El corazón me da un vuelco y me siento muy solo. Mando a Rubén a la mierda, se podía haber estado calladito. Penn era un fotógrafo americano especialista en moda y retrato, para mí era excelente.

.- ¡Fuera los modelos, será dentro de una hora, fuera! ¡Y esas luces apágalas, que nos quemamos, hombre!-he gritado por no poder llorar.

Mientras vuelven los modelos, recuerdo cómo hace años, un amigo me presentó a un fotógrafo profesional. Y no sé bien de que forma, me vi aprendiendo técnica fotográfica. Con los años he comenzado a darme cuenta del arte que esconde este trabajo. Alrededor de la cuarentena nos empiezan a salir canas y uno intenta ubicarse en la vida, no siempre con éxito. Yo he tenido suerte, estoy haciendo lo que soy, captador de la belleza del segundo. ¡Que mariconada ¿no?! Tal vez Irving Penn sentía algo parecido. Pero estoy triste, la muerte no perdona. Aún así hay que seguir, vivir, olvidar que existe la muerte. Nunca debe perderse la inocencia, las ganas enormes de seguir haciendo mucho más y la mirada tierna y feliz de un niño. ¡Otra mariconada más! Yo, realmente, disfruto enormemente con mi cámara. Siempre la llevo colgada al cuello para no perderme ninguna imagen que me interese.
Los modelos van volviendo. Yo pienso muchas cosas al mismo tiempo que, de forma mecánica, disparo los flases. Encuadro, indico movimientos y foto lista…. Siempre es igual. Trabajo, pero con mi imaginación estoy en otro sitio, tengo esa capacidad. Mi buena técnica me permite escapar de la realidad.

-Siguiente chica. Natural. Luz verde, Rubén. Silencio.- ordeno, y vuelvo a sumergirme en mis mundos.

Los reportajes de boda, comuniones, bautizos y las sesiones de modelos son el soporte de mi economía, pero lo que más me gusta son mis fotos callejeras, mis fotos de la naturaleza, mis fotos de personas expresivas e interiores nada convencionales. Hago muchas fotos en blanco y negro, me gusta más que el color. Al llegar a casa revelo mis carretes... ¡Me encanta ese cuarto oscuro! En mi caso, ese cuarto oscuro es el cuarto de baño. Mi madre protesta y entrando a oscuras hace pipí y se va. Sé que está orgullosa de mí y me comprende. A ella le ocurre lo mismo, le apasionan los programas de la televisión, esos de famosos y de personas que aparecen al cabo de veinte años…
Mientras le hago diez fotos a la chica rubia, recuerdo como introduzco el negativo en la cubeta de revelado y ¡a esperar…! Cuando descuelgo las fotos ya secas, las observo con miedo a que se estropeen y escojo las que más me gustan. Son mis fotos “de verdad”. ¡Hago copias y se las regalo a mis amigos!
Fotografiaría todo lo que veo, miro y observo, pero el tiempo se echa encima. ¡Hay que aprovechar el tiempo hasta el milisegundo! La entrada de un modelo masculino me impide divagar.

-¡No te había llamado! A la derecha. Manos en los bolsillos. Así no, más chulería. Luz amarilla, Rubén. Por favor, silencio. Siempre igual, parecen ustedes colegiales.- digo a los modelos para que no se muevan y me dejen volver a la parte de mi vida realmente interesante.

En mi cabeza y en cualquier momento, imagino fotos en un lugar determinado, con objetos determinados, con personas determinadas. La fotografía desea atrapar el tiempo, detenerlo o que al menos no pase tan deprisa.- me digo. Eso es imposible si no sabes soñar un poco. Para hacer arte hay que ser un ingenuo soñador muy trabajador.

- ¡Marta, no te pases y mira a la cámara! – digo serio. He disparado veinte fotos a esta modelo. La señorita se envalentona y me dice que ya vale, que está cansada. Le digo que tiene que aguantar tres más, si es que en realidad le apasiona ser modelo. La tía aguanta. La técnica fotográfica se aprende pero el alma de una instantánea es algo distinto. Yo no pongo alma cuando fotografío a Marta. Con mis fotografías personales lo doy todo; deseo qué quien las observe, llegue a darse cuenta de lo que yo he descubierto al hacerlas.

Se acaba la sesión. Me despido de Rubén y le pido disculpas por mi reacción cuando me dijo lo de Irving. –No hay problema, ya conozco tus prontos- me dice.

Vuelvo a casa contento, voy a revelar las fotos de hoy. En el portal huele a humo. Allí está la Carmenchu, vigilándolo todo.- ¡Me pone malo la gente así! ¿No tendrá nada que hacer?- pronuncio en alto. El olor a quemado parece salir de mi casa. Abro corriendo la puerta. ¡Todas mis fotos y negativos están quemados y por el suelo! ¡Me abalanzo sobre el ordenador, ni una sola foto en su lugar, tampoco en la papelera de reciclaje! ¡La mato, la mato… ¿Cómo ha podido hacer esto?!¡Ostia, las fotos de mis amigos…si encontrara las más importantes sería un milagro! Intento encontrar la razón que ha llevado a mi madre a hacer esto. ¿Fue soledad, fueron celos…? Sea lo que fuere lleva razón. No se puede aparcar a una madre frente a un televisor y encima, que casi no pueda ni hacer pis.
Voy a tirar todo esto a la basura. A pesar de todo, esta misma noche localizaré a la modelo que esta mañana llamó mi atención. Y comenzaré esa foto que tanto deseo hacer. No me importa empezar de cero.

Marisa Villanueva Viguer (Zaragoza)

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